Capítulo 1 No todo es color de rosas
Mi vida no es tan buena, o mejor dicho, no es para nada buena. Mis padres me tuvieron por error, nunca me quisieron ni me aceptaron y todo lo que sé lo aprendí por mí mismo; aprendí a leer y escribir por mi cuenta, y aunque mi primera palabra fue “mamá”, realmente nunca he experimentado una…
Hoy me preparé como todas las mañanas para ir a la universidad. Hace un año me aceptaron en la Universidad de California y aunque fue un gran logro, lo celebré solo. Me desanimó un poco, pero al mismo tiempo me hizo apreciar el valor de la soledad.
Terminé de arreglarme y salí del pequeño departamento donde vivo con mis padres, quienes trabajan casi todo el día. Caminé hacia la parada del autobús y me coloqué un abrigo, ya que estaba haciendo mucho frío.
Estoy contento, ya que es Diciembre y estoy por terminar la universidad. He estado reuniendo para (por fin) tener una cena navideña perfecta. Llegué a clases y fui directo al aula. Los chicos comenzaron a entrar y les sonreí a cada uno. La gente dice que formé un mal hábito al sonreír todo el tiempo, pero yo no creo que sea así… o ¿sí?… Realmente no lo sé… Es confuso, ya que a veces me siento tan mal por dentro, que solo puedo sonreír para aliviar un poco la pesadez que tengo.
“Esto no es vida y nunca lo va hacer…”
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Al terminar la clase, salí del aula y fui a la cafetería, compré algo de comer y me senté junto a mis dos mejores amigos: Carla y Cameron. Carla es una chica que vino desde Francia para convertirse en una gran estrella en EE.UU., pero lo único que consigue son pequeños papeles de muerta en programas de policía. Por otro lado, Cameron es un viejo y querido amigo de la infancia al que considero mi hermano.
— ¿Qué hay, Andrew? —Ambos me saludaron muy animados.
—¿Por qué tan alegres? —Les pregunté sorprendido, ya que a esta hora de la mañana, Carla debería estar quejándose por tener otro papel de muerta.
—A Carla le dieron un papel, ¡pero esta vez no está muerta!
—¡Oh! ¡Eso es grandioso! ¡Te felicito! —Le dije, regalándole una sonrisa sincera.
—Gracias… y… gracias también por apoyarme siempre y por estar ahí, cuando de verdad los necesito. — Los cachetes de Carla se tiñeron de rojo, agacho la cabeza algo apenada.
—No hay de qué, para eso están los amigos… —Le dijimos Cameron y yo, al unísono.
Nosotros somos como los tres mosqueteros, pero sin el lema “todos para uno y uno para todos”, ya que si tenemos que huir, lo haremos fácilmente.
Charlamos un poco más y el tiempo pasó volando, como todas las mañanas. Miré a Cameron y le sonreí.
—Es hora de ir a clases —dijo Cameron mientras se levantaba y sonreía. —Nos vemos Carla, te escribo más tarde para ver cómo salió tu papel de no muerta
Al rato, yo también me despedí de Carla, ya que su clase está por comenzar, al igual que la mía. Agarré mis cosas de la mesa, las coloqué en el bolso y salí corriendo.
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La tarde cayó súper rápido. Yo aproveché que era mi día libre y fui a comprar carne y otras cosas. Al llegar a casa, nadie había llegado aún y eso me gustó un poco, ya que soy amante del silencio. Comencé a cortar algunas verduras para preparar una deliciosa cena. De repente sentí como si algo malo estuviera a punto de explotar en mi cara y me puse ansioso, ya desde muy chiquito siempre he tenido presentimientos raros, como cuando de repente te sientes enfermo y no sabes de qué es… Supongo que no es tan raro, teniendo una familia como la mía.
Terminé de preparar todo y comencé a hacer un trabajo para la universidad. Me toqué la barriga, ya que todavía tenía ese malestar y ansiedad enorme… “No pienses en nada malo”, me dije a mí mismo. De mi mochila saqué urgentemente un chicle y comencé a masticarlo con desesperación, cuando la puerta de la casa se abrió y mis padres entraron riendo. Al verme, sus miradas se tornaron muy serias.
—Hola, ¿cómo les ha ido?—Les pregunté con una sonrisa en mi cara.
—Bien —me dijeron los dos en tono muy cortante.
—Compré algo para cenar, ¿Les sirvo?
Me levanté de la mesa con un nudo en la garganta, fui a la cocina y empecé a servir sus platos. Los nervios me estaban atacando, mis manos comenzaron a temblar y sudar como si estuviera esperando el estallido. Nos sentamos a comer, ellos me miraban de manera extraña y eso me puso demasiado nervioso, les sonreí a ambos algo angustiado. Papá dejó el cubierto encima de la mesa y me miró con esos penetrantes ojos grises.
—Me dieron dinero por ti —no sé qué decir, estoy en blanco.
— ¿Cómo?…—trate de procesar sus palabras, pero se me hace difícil.
—Te irás mañana con un hombre que te llevará a otro país —me dijo parpadeando repetidas veces.
Tenía toda mi atención en comprender qué estaba sucediendo, que se me escapó el cubierto de las manos.
— ¿Es una broma verdad? —les pregunté, con la esperanza de que así fuera.
—No.
Ahora me siento como el peor ser humano del mundo, como una basura, como alguien que no vale nada. Porque para mis padres, eso soy y aunque me pregunte mil veces ¿Que hago mal? nunca tendré una respuesta, porque para ellos… yo valgo menos que nada.
— ¿Tanto aman el dinero, que me han vendido?—Los mire a los dos.
—No es así. —Me dijo mi madre— Esta será una gran oportunidad y tú…
La interrumpí:
— ¿Una oportunidad? ¡YO NO ME VOY A IR! ¡No me alejarás de mis amigos! ¡Están locos!—Les grité
Mi padre se levantó y me dio una fuerte bofetada.
— ¡No me vuelvas a gritar así! —Me agarró del brazo, me llevó al cuarto y me lanzó dentro. — Prepara tus cosas, mañana te vas temprano—cerró la puerta y me dejó adentro, sin posibilidad de escape, ya que vivimos en un quinto piso.
De verdad odio a mi familia, que por desgracia no pude elegir. Me levanté y saqué la maleta del clóset con resignación. Tenía casi 19 años tratando de ser alguien.
Comencé a empacar toda mi ropa, ya que si las cosas van hacer así que sean así, yo no quiero vivir en esta situación es tormentoso y es al mismo tiempo frustrante, quiero llorar. Pero no quiero “¿Tan poca cosa soy, que ya no me quieren?” Sentí mis ojos humedecerse” ¿Qué hice tan mal para merecer todo esto…?”
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—Es mejor que estés listo —mi padre hizo una odiosa pausa. —Ya vienen por ti.
Lo ignoré, me terminé de lavar la cara y me miré al espejo, vi mis ojos azules “Qué mirada tan lamentable” Salí del baño y cogí mi mochila y mi maleta. El timbre del departamento sonó.
—Apúrate, ya sal—me gritó mi padre, tragué saliva y pasé mi mano por mi pecho para tratar de calmarme.
—Todo va a estar bien, solo relájate— las palabras que me está diciendo mi madre no me están ayudando salí del cuarto y me encontré en la entrada, a un hombre alto, con traje negro, corbata azul oscura, lentes oscuros y de piel muy, muy pálida.
Miré a mis padres. Mi papá se acercó a ese hombre y él, le entregó un maletín y padre solo se dio la vuelta y paso hacia el lado mío sin nisiquiera mirarme (Como si yo le importara algo) en cambio mi madre ella me sonrió y me dio un abrazo.
—Pórtate bien—me susurro al oído y se separó de mí, sin ni siquiera dejarme corresponderle.
—Este… Ok, está bien—me di la vuelta para mirar a ese hombre, él se quitó los lentes y me sorprendí al notar que es un hombre asiático.
Él agarró mi maleta y bajó conmigo, mi corazón comenzó a doler demasiado y latía a un ritmo desenfrenado. Al bajar me monte en un auto negro, totalmente negro directo hacia el aeropuerto. Mire todo el lugar donde nací, me crié como pude, estudie con mucho esfuerzo y donde crecí que saldría con la frente en alto (Pero me equivoque) y ahora es momento de decirle adiós y esperar a ver qué me pasa, porque ahora, mi vida ya no es mía….
Continuará….