Capítulo 1 1 Felipe.
Mi corazón latía con fuerza a medida que el avión aceleraba y comenzaba a elevarse, decir que no tenía miedo seria mentir con demasiado descaro, estaba aterrado, mis manos temblaban, mi frente se cubría de pequeñas perlas de sudor, era la primera vez en mi vida, en nuestras vidas… que nos separábamos, era la primera vez en 18 años, que abriría mis ojos el día de mañana y ellos no estarían, mis hermanos, mis otras mitades, soy uno de los quintillizos Zabet, o como todos nos conocen, los niños dorados, cada uno posee una personalidad muy distinta al otro, nuestros rostros son similares pero no iguales, somos distintos e iguales al mismo tiempo, raro de comprender y aún más complicado de explicar, pero tratare, intentare tener la paciencia de Vicky, ella es una de mis hermanas, Victoria es quizás la más tranquila de nosotros y no es por el hecho de que a los 12 años perdió la vista, no, ella ya era un lago en calma aún mucho antes que eso sucediera, es muy distinta a Ámbar, o la loca, como yo la llamo, Ámbar es fría calculadora y muy muy promiscua con su sexualidad, pero eso tiene una razón, todos y cada uno de nosotros hemos sufrido y lamentado la perdida de Dulce, nuestra prima y quien creció con nosotros, a cada uno de nosotros nos afectó de diferente manera, pero Ámbar vio todo, ella estuvo allí, la vio morir por amor, amor a su lobo, amor a su hijo y eso la hizo cambiar, pero si hablamos de frialdad Mateo se lleva el primer lugar, él es como un maldito cubo de hielo, mientras Stefano es un puto volcán que no necesita de mucho para hacer erupción y moler a todos a goles, y luego estoy yo… Felipe, el bromista, el más flacucho de los hombres y más bajo, mi estatura es casi igual al de mis hermanas, aun así siempre estuvimos juntos, y a pesar de que somos tan diferentes nos complementamos, Victoria es la calma de Stefano, Ámbar es quien provoca a Mateo, gracias a ella Teo, como le decimos solo para molestarlo, demuestra alguna emoción, y yo… yo solo juego mis bromas, esas que los acerca o aleja de mí, dependiendo que es lo que quiero, y es que guardó un secreto, aunque no comprendo cual es mi temor, sé que mis padres, mis hermanos, mis tíos, en fin, sé que mi familia no me juzgara y aceptara, pero aún no estoy listo para decirles, aunque a veces me imagino como lo haría, sueño con levantarme de la mesa en medio de un almuerzo, aclarar mi garganta y decirles, “ Familia, soy Gay”, y luego imagino sus risas, la voz de Lucero mi cuñada diciéndome que buena broma he dicho. Nadie podría tomar en serio tal cosa, por lo menos viniendo de mí, eso es lo que sucede cuando pasas toda la vida gastando bromas, es como el cuento de Juancito y el lobo, un día quieres ser serio, pero nadie te cree.
Mis ojos se cierran, he estado llorando desde que el avión comenzó su vuelo, sé que ninguno de ellos llorara por separarnos, solo yo, que debería estar feliz de poder disfrutar de este tiempo en China, en la universidad que elegí y donde poder ser yo, Felipe el Gay, pero no creo que eso suceda, y no porque me avergüence de lo que soy… es solo que extraño a mis hermanos.
Felipe, no tardo demasiado en tomar el ritmo de su nueva vida, aun extrañaba a su hermanos, no solo a los quintillizos, también a los otros, los mayores, pero debía seguir adelante, su madre les había dicho que parte de crecer era aprender a solucionar ciertas cosas solo, pero que de igual manera siempre podrían regresar y eso lo llevo a recordar como regresaron sus hermanos mayores y su prima cuando fueron a Francia, también a la universidad, aunque ninguno se recibió, Eros, y Zafiro que eran sus hermanos mayores y fueron los que regresaron al refugio de su hogar con las alas rotas, eso lo recordaba a la perfección, veía el dolor y sufrimiento en sus ojos y era por eso que tenía miedo del día que ellos partieran a la universidad, pero luego, comprendió que sus hermanos cometieron errores que él no repetiría, porque lo más importante para Felipe era el amor, era aún más soñador que sus hermanas, solo el tiempo le haría ver que hay cosas que uno no puede manejar, y que de las penas de amor, nadie puede escapar.
El departamento que habitaba era de lujo, y muy grande, algo que en un país como China era un privilegio, aun así nadie lo acosaba como en Nueva York, aquí era un extraño, no tenía periodistas tratando de retratar su rostro, o haciendo preguntas hostiles sobre porque su hermana Zafiro se había convertido en la esposa del mafioso más buscado en rusia, ni como interfería esto en el matrimonio de su hermano Eros, con la princesa Bach, no, aquí nadie sabía quién era Felipe Zabet, solo lo que veían y lo que él mostraba y era por eso mismo que en solo tres meses era uno de los jóvenes más populares de la universidad, atrás quedaban sus bromas pesadas y chistes molestos, no los necesitaba, solo era él, ¿y cómo era Felipe realmente? Era un joven honesto, atento, simpático, pero también serio cuando la situación lo requería, y a pesar de que su comportamiento siempre fue “normal” descubrió que más de un joven suspiraba por él, algo que lo impacto, en Estados Unidos ningún hombre se le había insinuado como sucedía aquí, algo que lo tomo desprevenido, pero lo que si lo dejo completamente aturdido fue el día que uno de sus profesores le pidió quedarse después de clases, alegando que tenía algo que charlar con él, intrigado Felipe acato la orden, nada lo preparo para lo que sucedería.
Sus compañeros se habían retirado, como siempre parecía que esta cultura trabajaba a un nivel sincronizado y apresurado, como si siempre corrieran de un lado a otro, mientras que Felipe estaba perdido en su mente, tratado de descifrar porque todos siempre estaban apurados, no se dio cuenta que su profesor se acercaba paso a paso a él, como un tigre acechando a su presa, o, mejor dicho, como un dragón a punto de devorar un delicioso bocadillo.
— Te ves sumamente hermoso cuando arrugas tu frente. — Felipe giro de inmediato al escuchar a quien era su profesor hablar tan bien inglés.
— No me lo creo. — dijo aun sorprendido y Han Shun Ming, sonrió con gusto.
— ¿Qué es lo que no crees? ¿Que hable tu idioma? ¿Que entienda lo que dices? O ¿Que eres hermoso? — el hombre de 30 años, coloco un rizo rebelde del cabello de Felipe detrás de su oreja, al tiempo que acariciaba sutilmente su mejilla y este temblaba levemente.
— Yo…yo…— no sabía que decir y esa era la verdad, Felipe había escuchado a más de un compañero insinuársele, pero él nunca había coqueteado con nadie, Felipe ni siquiera había dado un beso en toda su vida, por lo que el avance de su profesor lo dejo tragando grueso, era un hombre alto, con una delgada figura, pero Felipe podía distinguir sus músculos sin problemas por debajo de la camisa, como cuando flexionaba sus brazos y estos se marcaban.
— Tu… te has convertido en mi tormento durante estos meses, eres demasiada tentación para mí, desde el día que cruzaste esa puerta… me has quietado el sueño, más este último tiempo que he podido ver de primera mano cuanto idiota se te acerca y tu solo sonríes. — Ming paso su pulgar por el borde del labio de Felipe, quien dejo salir un suspiro por lo agradable que le resulto aquello.
— ¿Por qué? — el joven se tuvo que aclarar la garganta, y solo entonces pudo continuar. — ¿Por qué me pidió que me quedara? — termino su pregunta al descubrir que Han Shun Ming estaba demasiado cerca de él, una posición demasiado comprometedora para el profesor.
— ¿Eres tan inocente como aparentas? ¿o estas jugando con mi cordura? — el profesor no espero respuesta y termino con el poco espacio que los separaba, beso sus labios de forma sueve, al tiempo que llevo una de sus manos a la nuca del joven, y la otra a su cintura, atrayéndolo aún más cerca de él, haciendo chocar sus cuerpos.
Felipe no respondió en un primer momento, solo quedo allí, con los labios cerrados y los ojos abiertos, hasta que Han Shun Ming, poso su lengua en los suaves labios de Feli, y este al sentir su humedad y suavidad, se dejó llevar, era algo que aun sin haberlo hecho nunca, sentía la necesidad de responder, entrelazando la lengua con la de su profesor y en algún momento del beso se aferró a la camisa blanca que siempre llevaba el hombre, quien dibujo media sonrisa y aun así no rompió el beso, solo lo libero cuando lo sintió temblar, sabiendo que al fin lo tenía para él.
— Tan hermoso. — susurro con sus ojos oscuros y rasgados clavados en los verdes de Felipe y su mano aun sosteniendo su nuca.
— ¿Qué fue eso? — se dijo más para él que para Ming quien sonrió con satisfacción al ver lo aturdido que estaba su alumno.
— Eso mi hermoso Felipe, es mi reclamo a ti, de hoy en adelante eres mío.
Así fue como comenzó su historia de amor, o eso pensó Felipe, le gustaba su profesor, desde que lo había visto, su voz era suave, aun así, masculina, tenía a muchas alumnas suspirando por él, no podía creer que fuera gay, pero lo era, sus besos se lo decían, sus caricias, esas que aumentaban de intensidad con cada día que pasaban juntos, Felipe sentía que caminaba sobre las nubes, algo imposible y pronto lo sabría.
— ¿Con quién hablas? — la voz fría de Shun lo hizo pegar un salto, no lo había escuchado entrar en su departamento, pero allí estaba, ni siquiera recordaba haberle dado una llave.
— Hablaba con mi hermana, me estaba contando que ira a una boda de la familia de mi cuñada…
— ¿Y te tienes que despedirte con un “te amor hermosa”? — no era la primera vez en un mes que Shan le hacia un planteo como ese, era celoso y posesivo, Felipe ya lo sabía y no le gustaba, pero esta era la primera vez que lo hacía por su familia.
— Es mi hermana Ming. — respondió mientras quiso ir a la cocina, pero el hombre lo tomo del brazo y ya no lo dejo avanzar.
—¡Shun! Te he dicho que me digas Shun. — Felipe suspiro con molestia, aun no terminaba de entender esa manía que tenían en China de nombrar a las personas por su primer nombre, segundo o su apellido según el afecto y confianza que se tenían.
— Esto es… no es fácil llamarte Ming en la universidad y luego Shun o Han si estamos fuera de mi departamento o en tu casa. — Ming lo sujeto con fuerza entres sus brazos y de forma suave lo recostó en el sofá, quedando arriba, asegurándose de mantenerlo sometido.
— Déjame facilitarte todo. — dijo al tiempo que sus labios repartían besos húmedos en la mejilla y cuello de Felipe. — Si estamos en la universidad, seré profesor Ming, o solo puedes verme de esa forma tan hermosa como cuando quieres que te bese e iré a tu lado de inmediato, y te ayudare con todo lo que necesites. — a los besos se le sumaron sus manos, acariciando el torso de Felipe, quien comenzaba a dejarse llevar por las sensaciones tan nuevas que eso le provocaba.
— Si estamos en un club, o Karaoke, puedes decirme Han, como si fuéramos grandes amigos, esos que se conocen desde siempre, porque así lo siento, ¿tú no? — preguntó mientras su mano descendía un poco más.
— Y cuando estemos solos, me dirás Shun, porque aquí solo quien te ama te puede llamar por tu segundo nombre, y sé que tú me amas como yo te amo, mi hermoso Felipe. — su voz era ronca y Felipe sabía que la razón era por lo excitado que estaba, podía sentir su erección rozar su pierna, quería decirle que se detuviera, que aún no estaba listo para aquello, pero sus palabras fueron sustituidas por un gemido en el momento que la mano de Shun ingreso en su pantalón y acaricio su pene por sobre su bóxer.
— Shun. — dijo con la voz temblorosa y el hombre sonrió satisfecho.
— Así es hermoso, Shun, tu Shun.
Las manos de Ming eran tan rápidas y convincentes como su lenga, mientras sus besos aturdían a Felipe, sus manos fueron las encargadas de despojarlo de su ropa, y Felipe ya no sentía vergüenza o miedo a lo desconocido, lo deseaba, lo quería, necesitaba dar ese paso o la tensión sexual entre ello terminaría haciendo estragos.
Ming sabía muy bien lo que hacía, aprovechando el aturdimiento de Felipe, lo tomo en brazos y lo llevo a la recamara, donde ya tenía todo preparado, Felipe se había olvidado del detalle de no saber cuándo Ming había ingresado en su hogar, no tenía como saber que este respetado profesor no era lo que aparentaba, y obtenía todo lo que quería y cuanto quería y en este momento quería a Felipe, lo había deseado desde que lo había visto el primer día de universidad, fue solo una coincidencia que Felipe fuera gay, ya que si ese no fuera el caso Ming lo hubiera reclamado de igual forma, y es que nadie le decía que no, Han Shun Ming, era el líder del dragón rojo, una de las principales mafias que había en aquel país, su poder solo se comparaba con el tigre blanco, su eterno rival. Lo que comenzó como un simple antojo de Ming, pronto se convirtió en obsesión, Felipe era un joven divertido y carismático, una joya exótica que Ming quería poseer por siempre, y no estaba dispuesto a compartirlo ni siquiera con su familia.
Felipe observo cada movimiento que su profesor hacía, como lo dejo con delicadeza sobre la cómoda cama, y luego comenzó a desvestirse, se sorprendió de que, a pesar de ser muy delgado, sus músculos se marcaban en su abdomen, mientras que él solo era delgado, casi no tenía músculos que lucir, quien diga que un hombre no duda de su físico miente, ya que Felipe se preguntaba si Ming realmente lo veía hermoso, como tantas veces se lo dijo. Su profesor sonrió cuando el joven quedo con la vista fija en su pene, ese que de la misma excitación tenía una gota brillante en la punta, Ming tomo un pequeño frasco de la mesa de noche, y solo entonces Felipe se preguntó hacia cuanto tiempo que Shun estaba en su hogar, pero los besos de su profesor lo hicieron olvidar de todo una vez más.
— Abre tus piernas hermoso. — le susurro en el oído y Felipe obedeció, algo que a Ming le encantó, le fascinaba con la facilidad que Felipe lo obedecía.
— ¿Lo haremos? ¿realmente lo haremos? — pregunto con la garganta seca el rubio.
— Solo relájate y déjame todo a mí. — Han Shun sabia de sobra que él era el primero en todo con Felipe, una razón más para dejárselo y lucirlo, como una joya de su propiedad, aunque nunca le ofrecería otro lugar más que el de un acompañante, como muchos más que tenía, mientras que Felipe creía que Ming era gay al igual que él, la verdad era que Ming era bisexual.
— Realmente hermoso. — volvió a susurrar, admirando una vez más el cuerpo color crema de Felipe y como por momentos este enrojecía ante su hambrienta mirada.
Shun volvió a tomar sus labios, pero esta vez de manera dominante, lo deseaba, y lo tendría. Llevo sus manos a las piernas de Felipe y las elevo, dejando de esa forma su abertura expuesta, sus labios descendieron a los pequeños pezones del rubio y se dio a la tarea de lamerlos, mientras humectaba dos de sus dedos con lubricante, y sin perder más tiempo lo penetro, muy lentamente, primero con uno y luego sumo otro más, tomándose su tiempo para observar como el joven se retorcía bajo sus caricias, fue entonces cuando comenzó a girar sus dedos, dilatando aún más aquel estrecho lugar, hasta que al fin considero que era suficiente.
— Shun. — gimió fuerte el rubio y llevo sus manos al cuello delgado de su profesor, aferrándose a él.
— Tranquilo hermoso, solo disfruta. — respondió, pero al sentir la rigidez de su acompañante tomo el pene delgado y nada pequeño de Felipe y comenzó a masturbarlo, provocando que se agitara aún más, pero estaba vez de placer.
— Así hermoso, así. — le repitió en más de una ocasión mientras las estocadas se volvían más profundas y certeras encontrando el punto dulce del joven y provocando que gritara de placer.
— Shun… Dios…Si… ya casi. — dijo completamente rojo tanto de placer como de vergüenza, Felipe creía que era precoz, sin embargo, hacia varios minutos que Ming lo estaba penetrando y también estaba llegando a su punto máximo de placer.
— Si hermoso, así, recibe todo de mi… Libérate Felipe, hazlo conmigo.
Ming, apretó aún más el pene de Felipe, al mismo tiempo que se hundía al completo en él, provocado que el joven liberar su esperma en medio de ambos, y Ming se vaciara en su interior, definitivamente este hombre jamás se cansaría de Felipe, lo pensó y lo siguiente que dijo fue la sentencia del joven.
— Eres mío Felipe, solo mío hermoso.