Capítulo 1 En la nueva ciudad Pearly Canines
Punto de vista de Victoria:
‘Querido diario, hoy es el último día de mi estadía en este lugar. Ya ha pasado exactamente un año desde que ocurrió aquel incidente. Me han dicho que todas mis decisiones son siempre impulsivas y precipitadas, y que solo actúo sin pensar bien las cosas. Pero no hay vuelta atrás. He decidido mudarme de aquí para continuar mis estudios y, también, porque necesito tal vez un descanso. Estoy segura de que mamá y papá querían eso para mí, ¿verdad? Que yo crezca con una vida feliz y plena.
Sé que extrañaré mucho estar aquí, pero creo de verdad que necesito un cambio de lugar. De otra forma, nunca seré capaz de superar el hecho de que mis padres no están a mi lado y que debo luchar en este mundo yo sola.
Me mudaré a casa de mi tía Marla, en su pueblo Pearly Canines. Es un nombre muy extraño, ¿cierto? Pero bueno, está muy cerca de la universidad y sé que eventualmente me gustará. Además, ¡tendré a mi tía para que me cuide y acompañe! Ella es increíble y genial. Siempre pensé en vivir un tiempo a su lado y divertirnos juntas, pero nunca imaginé que realmente lo cumpliría en estas circunstancias tan complicadas. De todas formas, espero no encariñarme tanto puesto que, en algún punto, también me iré de su casa.
En fin, ahora necesito empacar todas mis cosas.
Con amor, Vic’.
Una vez que terminé de escribir en el diario, lo ubiqué rápidamente en el lugar escondido que tenía en mi habitación, justo detrás del armario.
Tal como ese último día en casa, lo que escribí en el diario fue en la última página. Me parece que necesito comprar uno nuevo apenas llegue a Pearly Canines.
Nueva vida, nuevas páginas por escribir, nuevos recuerdos por registrar. Ese era mi plan para el futuro, nada demasiado complicado.
Solo esperaba que las cosas salieran como lo imaginaba en mi mente.
Verifiqué una última vez que todo estuviese ubicado perfectamente dentro de la maleta y la cerré. Había decidido solo llevarme algunas pocas cosas; como mi ropa favorita, el álbum de fotos de mamá y papá, y algunos otros objetos que me mantendrían feliz y me harían sentir como en casa.
Todo lo demás, lo dejé bien ubicado y me aseguré de que nada corriera peligro de caerse o dañarse durante mi ausencia.
Si bien me estaba mudando de mi casa, no tenían ninguna intención de vender la propiedad por ahora. Era el espacio que reunía los recuerdos de mis padres conmigo. Quizás, una vez que termine la universidad, podría regresar a vivir aquí.
Me aseguré de que todos los grifos y llaves de agua estuviesen cerrados, así como los seguros de cada ventana bloqueados. Luego, mientras abría la puerta, eché un último vistazo y salí de la casa con una sonrisa melancólica.
«¿Te vas, Victoria?», preguntó la tía de mi vecino.
«Sí, querida tía. Tendré que molestarla, si está en su disposición, para que me cuide mi casa lo más que pueda», le pedí cortésmente.
«¡Oh! Eso no será ningún problema, cariño. ¡Incluso estoy dispuesta a adoptarte y reemplazar a ese inútil hijo mío, si así me lo pidieras!», dijo la mujer bromeando.
«¡Oye! ¡Escuché eso, mamá!», reclamó una voz desde el interior de la casa.
«¡Pues lo dije en voz alta para que te enteraras!», gritó ella a su vez hacia adentro, antes de reírse cortésmente hacia mí.
Esta divertida interacción entre una madre y un hijo hizo que una sonrisa de tristeza se dibujara sobre mis labios. Aunque no eran mis verdaderos padres, extrañaba demasiado a mi mamá y papá y los amé tanto como si realmente lo fueran.
Asintiendo por última vez con la cabeza, di la vuelta a la casa y ya me esperaba un taxi detenido en la calle.
Con la bolsa de lona a un lado y la maleta al otro, caminé hacia el automóvil, me subí y me dirigí al aeropuerto.
Era un viaje largo en taxi, a tres horas de distancia. Y mi vuelo demoraría otras cuatro horas más; así que, en total, sería una travesía de casi nueve horas.
¡Simplemente genial!
Saqué mis auriculares y aproveché para descargar algunas canciones más y tres audiolibros; de modo que tuviese material suficiente para estar entretenida durante todo el trayecto. Sé que prohibieron el uso de teléfonos en todas partes mientras se vuela en el avión, pero aun así podía seguir escuchando sin estar conectada a ninguna red.
Sintiéndome satisfecha con mi idea, asumí complacida un viaje tan engorroso y prolongado.
Nueve horas después.
Le pedí al taxista que se detuviera frente a la dirección que yo recordaba y saqué mi equipaje antes de pagarle por el traslado.
Sin saber por qué, desde el momento en que bajé del avión y entré en la ciudad, sentí una vibración extraña en todo mi cuerpo.
Era como si algo me atrajera, como si una energía particular me llamara físicamente.
Tampoco fue de mucha ayuda que el conductor pusiera una expresión extraña en su rostro cuando le dije que quería ir a Pearly Canines.
De hecho, me cobró el doble de lo normal, así que puse los ojos en blanco por sus tácticas tramposas. Obviamente, es algo que hacen ellos con las personas nuevas que no están acostumbradas al lugar y aún desconocen si un precio es alto o bajo.
Sin darle mucha importancia, acepté el monto que me ofrecía porque había sido el único chófer en querer traerme hasta aquí.
Una vez que le pagué, el taxista arrancó de inmediato y salió de allí como si estuviera huyendo. Solo entonces, de pie frente a una casa, me detuve a pensar si esa era la misma dirección que recordaba o no. La única vez que había visitado a la tía Marla fue cuando todavía era pequeña. Solo recuerdo que casi me peleo con un niño y, desde entonces, mis padres nunca más me dejaron venir nuevamente.
Por eso, la casa que recordaba de hace unos nueve años no era como la que estaba viendo ahora. Pero, sin duda, estaba totalmente segura de que sí era la dirección exacta.
Además, el móvil de viento que caía desde el balcón del primer piso era difícil de ignorar, porque lo había hecho yo misma.
Miré la casa excepcionalmente bien construida y toqué el timbre dos veces; sin embargo, nadie abrió la puerta.
Saqué mi teléfono y revisé mi lista de contactos. Había varios números guardados con el mismo nombre de Marla. Así que decidí llamar a mi tía al número que ella había usado la última vez que me llamó. Esperaba tener suerte, porque ella acostumbraba tener varios números y yo era incapaz de predecir cuál era el que estaba en funcionamiento actualmente.
«¿Hola? ¿Hablo con la señorita Marla Gibberson? ¡Oh, gracias a Dios! Tía, estoy frente a tu casa. ¿Puedes abrirme la puerta, por favor?».
Del otro lado del auricular, la voz incómoda de Marla se excusó: «¡Hola, cariño! Lo siento mucho, ahora estoy en un supermercado comprando alimentos para ti. ¡Pero regresaré en menos de una hora! ¿Sería mucha molestia si me esperas un rato sentada en la cafetería que está cerca de casa? Prometo no demorarme mucho».
Conociendo las costumbres de Marla, seguro estaba comprando a última hora alimentos, chucherías y chocolates para mí; y se cuestionaba dudando cuáles eran los que más me gustaban y los que no.
«Está bien, tía. Tómate el tiempo que necesites y no te preocupes demasiado en qué comprar. Me gusta todo lo que eliges para mí», dicho esto, corté la llamada.
¿Ella mencionó una cafetería, verdad? Miré a mi izquierda y derecha para comprobar si había uno, y pude identificarlo rápidamente. La señal con una taza de café humeante era inconfundible desde la lejanía.
Dejé mi equipaje a un lado de la entrada de la casa de mi tía, saqué mi cartera con el dinero y caminé hacia allá.
La cafetería, realmente, se veía bastante bien. Aunque desde afuera no tenía un aspecto tan agradable, el interior era una historia totalmente diferente. La decoración le daba un ambiente tan elegante como hogareño, así que se sentía muy acogedor.
«Hola, querida, ¿qué puedo ofrecerte?», preguntó con amabilidad una señora detrás del mostrador.
«Para tomar, me gustaría un café frío con jarabe extra de chocolate y chispitas de chocolate también. Y quisiera comer esos dos sándwiches que están allí. ¡Muchas gracias!», ordené todo con mucha especificidad y cortesía.
«¡Cariño! Ya la escuchaste: dos sándwiches y un café frío con extra de chocolate y chispitas de chocolate», gritó la señora hacia atrás.
«Querida, no te había visto antes. ¿Estás visitando a alguien aquí? Estoy segura de que nunca he visto tu rostro en el café», preguntó la mujer con curiosidad.
«¡Sí! Soy nueva y me quedaré aquí por algún tiempo. Estudiaré en la universidad cercana, por lo que viviré en casa de mi tía hasta que termine mis estudios», le expliqué sin dar más detalles.
Después de todo, no había nada de malo en responder algunas preguntas. Y más, si iba a vivir aquí y probablemente visitaría el café en otras oportunidades. Además, esa señora parecía inofensiva y bastante agradable.
Acto seguido, me senté en una de las mesas al lado de la ventana para poder ver el exterior.
Mirando hacia afuera, noté que había un grupo de adolescentes de mi edad, riendo y bromeando. Fue una imagen maravillosa y melancólica al mismo tiempo. Solía divertirme así con mis amigos antes de que mis padres me dejaran.
Sacudí la cabeza para sacar esos pensamientos tristes y seguí mirando a los jóvenes. Entonces, noté algo particular.
No solo los chicos del grupo eran altos y guapos, sino que las chicas también eran excepcionalmente hermosas.
‘¿Acaso es este el lugar de donde escogen a los futuros modelos y celebridades del mundo del entretenimiento?’, pensé realmente sorprendida.
Fijé la mirada en uno de ellos que se veía como el tipo de chicos que me gustaba. O bueno, al menos hasta el año pasado. Los vi acercarse al café hasta que, de repente, la conmoción y bulla que tenían afuera se escuchó dentro del local.
«¡Chicos, por favor, dejen de gritar! Están arruinando la agradable primera impresión de este pueblo frente a nuestra invitada», los regañó la señora del mostrador, señalando con su mirada hacia donde estaba yo sentada.
Como si sus palabras fuera una orden, todos los chicos se callaron de inmediato y se voltearon para verme directamente.
¡Y así es como te conviertes en el centro de atención no deseado!
Quería poner los ojos en blanco ante esa situación, pero me contuve para no resultar descortés. ¿Acaso este pueblo no recibe a mucha gente de afuera?
«Oye, ¿eres nueva aquí?», el chico que me había gustado especialmente se acercó a mí y me preguntó con cortesía.
‘Bueno, gracias por preguntar algo tan obvio, señor inteligente’, le respondí mentalmente. Pero de mi boca salieron otras palabras muy distintas.
«Sí, soy nueva. Estudiaré en la universidad que queda cerca del pueblo», le respondí y, al mismo tiempo, le di las gracias al camarero que me había llevado mi pedido.
La comida del avión no había sido muy buena y yo tenía, en ese punto, demasiada hambre.
«¡Genial! Eso suena muy bien, porque todos vamos a asistir a la universidad este mismo año. Oigan, muchachos, tenemos una nueva compañera de clase aquí. ¡Vengan a saludar!», les gritó él a sus amigos que nos observaban desde el mostrador.
«Oh, lo olvidé, mi nombre es Daniel. Puedes llamarme Dan o Niel o Daniel, como tú prefieras. No me importa en absoluto», afirmó con una resplandeciente sonrisa que dejaba al descubierto sus dientes perfectos.
«Mi nombre es Victoria», le respondí, sonriendo también.
«Oye, apúrate, que quiero presentarme a esa hermosura». Pude escuchar esa conversación entre los chicos que se acercaban y me hizo sentir un poco incómoda. Había pasado demasiado tiempo desde que se referían a mí de ese modo. Solo estaba acostumbrada a las miradas simpáticas de mis amigos o de las personas cercanas que me conocían. Tener que presentarme a desconocidos y entablar conversaciones con ellos era algo realmente nuevo para mí.
Aun así, no pude evitar sonreír y sentirme a gusto con la actitud tan amigable de Daniel.
A pesar de que él sí era agradable, además de extremadamente atractivo, todavía no me sentía cómoda con todos los demás a mi alrededor. Así que, en una decisión repentina por mi parte, agarré el pedido que me habían servido en la mesa y salí del café antes de que todos los demás tuvieran oportunidad de abordarme para conocerme.
Lo sé, estaba actuando como una cobarde justo cuando me prometí que sería una nueva vida abierta a los cambios; pero simplemente no estaba preparada para poner una sonrisa falsa a todas esas personas durante tanto tiempo mientras esperaba por mi tía. Sé que me tomará un buen tiempo adaptarme a este pueblo, sobre todo por la cantidad de bosques alrededor.
Cuando llegué de vuelta a casa de mi tía, me di cuenta de que el equipaje que había dejado ya no estaba allí. ¿Tal vez Marla ya había regresado y lo guardó adentro?
Pensando en esto y mirando la puerta de la casa, respiré hondo y puse mi mejor sonrisa al abrir.
‘¡Aquí vengo, nueva vida!’, exclamé para mis adentros, animándome.
Al entrar a la casa, saludé a Marla con un dulce abrazo, que fue correspondido por uno que me aplastó la espalda durante unos minutos.
Aunque ella era mi tía, nunca le gustó que la llamara así.
Ella consideraba que decirle ‘tía’ la hacía mucho más vieja, por eso prefería que la llamara solo por su nombre. Si alguna persona no la conocía, podría pensar que era una mujer muy joven y que solo tenía 22 o 23 años, cuando realmente había cumplido 34 este año.
«Oye, Victoria. Así que finalmente podemos vivir juntas, ¿no? Sé que debes estar triste y sentirte desolada por lo que sucedió, pero mientras estés aquí debes alejar toda tristeza y sentimiento negativo ¡Prométeme que te olvidarás de los malos recuerdos y seguirás adelante apreciando los buenos!», propuso mi tía esperanzada.
«Lo prometo». Esa era, precisamente, la razón por la que me había mudado a este lugar: olvidar las cosas malas y seguir adelante con mi vida valorando solo lo positivo.
«Oh, por cierto, olvidé comentarte algo. Tengo un novio llamado Markus. La mayor parte del tiempo vivo con él en su casa; pero no te preocupes, vendré todos los días para hacerte compañía durante un tiempo», me explicó Marla mientras se movía por la cocina para colocar los alimentos en los gabinetes correspondientes.
«¿Así que su relación va en serio, entonces?», le pregunté con curiosidad. Nunca me enteré de que tuviera novio. Al contrario, lo único que sabía era que ella seguí esperando al hombre indicado.
«Por supuesto, él es mi pareja», dijo Marla con seguridad.
«¿Pareja? Es decir, ¿como tu alma gemela?», insistí sorprendida. Nunca pensé que alguien tan moderna como Marla pudiera creer en esas estupideces de parejas de vida o almas gemelas.
Todo lo que sé es que la gente de hoy en día es tan codiciosa que no se acerca a nadie sin un motivo o interés oculto. E incluso si alguien está en una relación, eso no garantiza que permanecerán juntos por toda la eternidad.
«Sí, alma gemela. Bueno, mejor dejemos para otro día este tema. Ya lo discutiremos. Por ahora, ya he ordenado todos los alimentos y golosinas que te compré. Sé que siempre te ha gustado estar sola, pero ni se te ocurra pensar que no sé la vida terrible que has llevado desde el año pasado», me reprendió Marla nuevamente.
Yo, por otro lado, solo mordisqueaba uno de los dulces que ella me trajo mientras la escuchaba atentamente.
«Lo que te quiero decir, Vic, es que ya es hora de que continúes con tu vida. Todavía hay personas que se preocupan por ti y a quienes les importas. Lo sabrás muy pronto. Pero bueno, por ahora debo irme. Recuerda cerrar bien las puertas y las ventanas cuando duermas. Muchos lobos salen del bosque por la noche para llevarse a las niñas», dijo en tono de broma, pero con la cara muy seria.
«Sí, sí… ya sé. Y yo soy la carne fresca del pueblo, ¿no es así?», continué con su juego.
«Exactamente. Lo bueno es que entendiste mi punto», dijo ella riéndose entre dientes antes de abrazarme y marcharse con su bolso, que contenía algunas cosas innombrables de las que ni siquiera quiero hablar.
Me parece que Marla y su novio asumen demasiado en serio su relación, tomando en cuenta la cantidad de medidas de protección que había comprado mi tía. ‘¿Acaso no piensan salir de la habitación durante todo un año?’, pensé en mi mente mientras la veía alejarse a través de la ventana.