Capítulo 1 Primer día de escuela
PDV de Sofía. Apenas hace una semana, abandonamos nuestro antiguo poblado.
Y es precisamente por eso que extraño a mis amigos de tanto tiempo, así como ese lugar tan querido en donde vivíamos. Al que más echaré de menos será a mi mejor amigo, Peter. No puedo imaginar qué estará haciendo ese tonto sin mí. A pesar de todo estoy muy feliz, porque él me dijo que me visitaría de vez en cuando.
Ha llegado el día en que asistiré a mi nueva escuela y estoy ansiosa por hacer nuevos amigos. Empecé a prepararme muy temprano por la mañana, por lo que saqué del armario una minifalda negra plisada y unas medias negras. Luego tomé del cajón una sencilla camiseta blanca y alisté mi chaqueta negra, por si hacía frío. Y lo más importante, unas botas hasta la rodilla, ¡mis favoritas! Como soy pequeñita, mido cerca de un metro cincuenta y siete centímetros, definitivamente quiero verme un poco más alta. Estaba ya casi lista cuando mi papá me llamó a desayunar.
«En cinco minutos bajo, papi, ya estoy casi lista», respondí a gritos.
«Vamos, cariño, no puedes llegar tarde el primer día de clases», él me apuró.
«Ya voy, nada más déjame cepillarme un poco el cabello», repliqué.
«Está bien, pero apúrate», concedió a regañadientes.
Acomodé los rizos de mi cabellera y me miré en el espejo, entonces decidí que me veía bastante bien. Mis negros ojos tenían un brillo muy especial y mi cabellera lucía estupenda sobre mis hombros. Las botas elevaron un poco mi estatura, mientras el atuendo que escogí se ajustaba a mis curvas de una manera genial. Suspiré satisfecha y me apresuré a bajar las escaleras.
De pronto, un delicioso olor a comida golpeó mis fosas nasales y se me hizo agua la boca. Entonces corrí alegremente hacia la cocina, en donde descubrí a mi papá preparando mi desayuno favorito.
«¡Guau, qué rico! ¡Panqueques!», exclamé entusiasmada.
«Sí, cariño», se rio él.
«Te amo, papi», lo abracé por la espalda.
«Yo también te amo, mi bebé», se volvió hacia mí y me besó en la frente.
Aunque él no es rico, siempre ha tratado de darme todo lo necesario y concederme algunos caprichos. Siempre me ha amado y se ha preocupado por mí. Mi abuela me contaba que mi mamá murió cuando yo nací y desde ese momento mi papá me ha estado cuidando. Lo amo más que a nada y que a nadie.
Me senté en el mueble de la cocina y papá comenzó a darme trozos de panqueques en la boca.
«Puedo comer sola, tengo edad suficiente para hacerlo», protesté.
«No importa la edad que tengas, siempre serás mi bebecita», respondió él, con una sonrisa.
Él es la persona más dulce que jamás haya existido, de hecho ni siquiera recuerdo si alguna vez me ha regañado. Siempre me ha tratado como a una princesa.
Heredé los negros ojos de mi papá y el cabello castaño oscuro de mi mamá. Ella era una mujer muy hermosa, a tal grado que en sus fotos, parecía un ángel. Y mi papá es un hombre guapo, incluso se ve demasiado joven, sobre todo si se tiene en cuenta que ha trabajado toda su vida sin descanso. Ojalá mi mamá siguiera aquí a nuestro lado, podríamos haber sido una familia perfecta. Mi papá todavía la extraña mucho, esa es la principal razón de que nunca se haya vuelto a casar.
Cuando terminamos de desayunar, me acompañó a la parada del autobús y ahí nos despedimos con un abrazo. Cuando subí al camión escolar, el chofer me sonrió y asintió con la cabeza al pasar junto a él. Entonces tomé asiento junto a una de las ventanas en el asiento de atrás. Después de alrededor de diez minutos, nos detuvimos frente a la escuela.
Esta me sorprendió bastante, pues era mucho más grande y hermosa que la de mi antigua ciudad.
Se veía súper lujosa y los estudiantes parecían ser ricos.
Porque todos ellos iban vestidos con ropas costosas. Además de que en el estacionamiento había muchos coches, supongo que de mis compañeros.
Entonces empecé a sentirme un poco incómoda por ese ambiente.
¡Ay, Dios! Empecé a extrañar mi vieja escuela.
Me quedé parada en el mismo lugar, viendo a los estudiantes que caminaban y platicaban entre sí. Algunas chicas, con ropa evidentemente cara, entraron a la escuela ignorándome por completo. Solo una de ellas me miró e hizo una expresión de disgusto. Me estaba poniendo realmente nerviosa, por lo que desee que mis compañeros no fueran malos.
«No pasará nada malo Sofía, tranquilízate», me dije. Respiré profundamente, tratando de ignorar las miradas de los chicos alrededor y me dirigí hacia el interior de la escuela.
Mi papá me dio mis horarios de clases, pues uno de sus amigos era maestro allí y él se los había facilitado. Justo cuando entré al patio, un hombre alto me llamó. Cuando volví la cabeza, vi que él venía caminando hacia mí. Luego me dijo, «Hola cariño, soy Rick, el amigo de tu papá».
«¡Oh, hola!», respondí con una sonrisa.
«Sé que es tu primer día aquí, pero no te preocupes y no te pongas nerviosa. Si tienes algún problema, solo búscame, estaré en salón de los profesores».
«Muchas gracias», respondí. De alguna manera sus palabras me tranquilizaron.
«Bienvenida. Toma, aquí están las llaves de tu casillero. Está en el segundo piso y me tomé la libertad de guardar todos tus libros allí». Dijo sonriendo cálidamente.
«Muchas gracias, realmente no tenía que hacer todo eso por mí, se lo agradezco mucho», respondí con una sonrisa.
«Eres como mi hija, Sofía. Estaré feliz de apoyarte en todo lo que necesites», él me dio una palmadita afectuosa en el brazo y se fue.
Cuando llegué al segundo piso, vi a unos chicos armando alboroto, frente a los casilleros. Yo no me molesté en mirarlos. Además, pude darme cuenta de que eran extremadamente problemáticos, tan solo por la forma en que hablaban.
Justo cuando me dirigía hacia mi casillero, sentí un empujón y me estrellé contra la puerta.
Me quedé aturdida por el impacto tan repentino.
Estaba más que conmocionada, sin embargo me asombró todavía más la cara que estaba a muy pocos centímetros de la mía. Unos hermosos ojos de color marrón me observaban. Eran de un chico de nariz afilada, con el cabello muy bien peinado y un flequillo que le caía sobre la cara haciendo que su rostro fuera todavía más atractivo. Sus labios eran tentadores y su holgada playera dejaba ver algunos músculos muy bien delineados. Estaba tan ocupada mirándolo que no me di cuenta de que sus manos llegaron hasta mi cintura.
Cuando él dijo, «Bueno, ¿no es esta la chica nueva?», fue cuando volví a la realidad.
Traté de alejarlo, pero me sostuvo con fuerza en mi lugar y mirándome dijo, «Debo decir que tienes unas bonitas tetas», luego sonrió.
Sus amigos reían a carcajadas.
‘¡Qué diablos está pasando!’, yo pensaba.
Y sentí que las lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos, nunca antes me habían humillado así. ¿Cómo podía alguien ser tan grosero?
Traté de alejarlo de nuevo con todas mis fuerzas, pero él me abrazó y sentí su enorme cuerpo presionando el mío.
No me di cuenta de que de repente se formó una multitud y nos encontramos rodeados de una gran cantidad de chicos y chicas.
Todos nos observaban.
Pero ninguno se molestó en ayudarme en lo más mínimo.
Su rostro estaba demasiado cerca del mío y, sosteniéndome en mi lugar con una mano, con la otra me quitó las lágrimas.
«Auuu, ¿por qué estás llorando, guapa?».
Luego me agarró el trasero y lo apretó.
¿Cómo podía alguien hacer cosas como esa? Me sentía totalmente humillada.
Otra vez intenté de alejarlo, pero nuevamente él me mantuvo en mi lugar. Para entonces, yo estaba completamente asustada, sentía que no podía hacer nada.
Entonces, percibí que él estaba a punto de hacer algo terrible, pues su rostro se acercaba lentamente al mío y no dejaba de mirar mis labios.
¡Estaba a punto de besarme! Eso fue suficiente para mí, así que le di una sonora bofetada.
Escuché que jadeaban.
Muy despacio, él retrocedió sosteniendo su mejilla y, por su expresión, me di cuenta de que él no se lo esperaba. Sus amigos también se sorprendieron, e incluso algunos parecían enojados. Escuché algunos susurros.
«¿Acaba de abofetear a Jack?».
«Será su fin».
«No sabe lo que le espera».
De alguna manera sus comentarios me dieron miedo, pero no dejé que mi rostro lo reflejara.
Quizás ese imbécil nunca había recibido una bofetada.
Todos me miraban como si fuera la Mujer Maravilla o algo así.
Entonces el imbécil me clavó la vista, con los ojos profundamente rojos. Se notaba que estaba muy enojado, pero eso a mí no me importó.
Mientras me observaba, yo podía escuchar su pesada respiración, como si tuviera algo dentro de él.
Sentí que necesitaba alejarme de ese grupo de chicos. Tenía que huir de todos ellos.
Empecé a llorar y escapé, pero antes de eso, lo vi con enojo y le dije con la voz llena de rabia, «Eres repugnante».
Podía sentir que su mirada ardiente me traspasaba mientras me iba de prisa, pero seguí caminando.
Bueno, casi corriendo.